¡Hablé con una estatua!

Estuve con un grupo de amigos visitando uno de los parques iluminados en la capital del país. Hacía algo de frío y no había muchas personas, ya que la temporada de luces navideñas estaba pronta a finalizar. Así que caminamos sin  prisa viendo algunos de los espectáculos curiosos que se presentaban allí. Vimos a unos bailarines de tango, con algo de influencia de pasillo y cumbiamba en sus movimientos. Otros bailarines de hip-hop llamaban bastante la atención del público, quienes prontamente rodeaban el espectáculo gracias a sus movimientos acrobáticos y música pegajosa. Con igual prontitud huía la gente cuando solicitaban algún aporte voluntario.

Nos tomamos la clásica foto frente al árbol navideño y también observamos algunas estatuas humanas dispersas en varios lugares. Un "Grinch" con un  disfraz poco creíble deambulaba solitario, esperando alguna foto compasiva de algún incauto transeúnte. Este Grinch probablemente albergaba la esperanza de por lo menos robarse el gigantesco árbol de luces y así arruinar la navidad de varios, según lo dictamina la célebre historia. Pero ya era enero y era muy tarde para ejecutar su maquiavélica hazaña.

Otro disfraz del viejito cabezón de Up fue muy solicitado por los niños, mientras que un Depredador bastante realista llamaba la atención causando el pánico, pero por su tarifa de $1000 por fotografía. Sin embargo ninguno de ellos era una estatua real. En realidad no me había detenido a pensar que era una estatua. Bueno, claro que sé que es una estatua, todos lo sabemos, pero ¿sabemos en realidad quienes son las verdaderas estatuas humanas?

El primer personaje que nos llamó la atención al entrar al parque fue un hombre disfrazado de estatua de bronce. No creo que representara algún personaje en particular. Permanecía en quietud total con la mirada puesta en un lugar el horizonte. Parecía que no escuchaba ni sentía, en realidad había encarnado su papel con total credibilidad. Su piel y vestidos cubiertos de  color dorado, hacían pensar que era una especie de adorno de mesa gigantesco. Le comenté a un amigo que había visto una estatua de Depredador en la Feria del Libro y que ese disfraz me había llamado la atención. Luego vi que la estatua dorada recibió una moneda que alguien introdujo en su cajoncito de madera, hizo un movimiento teatral y adoptó una nueva postura. Decidí también introducir una moneda y la estatua se movió de nuevo. Me estiró la mano y se la dí. Luego me disponía a irme cuando el hombre de la estatua me llamó con su mano.Pensé que el crédito de $200  ya había expirado y esos movimientos adicionales no estaban incluidos en la tarifa. Nuevamente le di la mano, aunque pensé que ya con un saludo era suficiente. Pero entonces la estatua se acercó y me dijo algo. El hombre estatua había escuchado mi comentario. Dijo que llevaba más de trece años en esa labor y que un disfraz no hacía a una estatua. Que había pocos como él, verdaderos hombres estatua. Luego estiró su mano con gesto de puño y se despidió con el saludo del puñito. Yo estiré mi puño también e hicimos la despedida de los gemelos fantásticos. Solo atiné a decir: - ¡Felicitaciones!--

Quedé algo confundio. Tuve que asimilar lo que me había dicho. Para ser honestos no comprendí bien lo que me dijo al principio. Mi cerebro entendió primero que llevaba trece años allí de pie. Pero era algo ilógico, pues el hombre tendría que ir al baño y comer algo. Son incoherencias que el cerebro te va soltando mientras procesas la información. Luego interpreté  que era que el hombre tenía solo trece años, pero yo dije: - No, imposible, no puede tener trece años, pues su cara luce de mayor edad-.  Mi cerebro sin embargo solo pudo responder "Felicitaciones", porque sea lo que fuere que hubiese dicho la estatua, habría salido bien librado. Era como si hubiese dicho "Felicitaciones, tienes trece años y estás pintado de dorado". Pero luego procesé un poco la información y me aclararon mis amigos que llevaba laborando trece años. Las "felicitaciones" cobraban sentido y el puño mágico no había sido en vano.

No supe si en realidad se sintió ofendido por haberlo comparado con el disfraz de Depredador. Luego, cuando contemplé a las otras "estatuas" del parque, comprendí que tenía razón. Los otros personajes que estaban allí no eran estatuas. No asumían una postura estática, no tenían un protocolo de movimientos, no miraban al vacío, como lo hacen las estatuas de verdad. Yo creo que hasta se aguantan la cagarruta de las palomas. Esa debe ser la  la prueba máxima de una estatua humana. Pero los otros no hacían eso. Depredador miraba de un lado para otro, parecía mas bien aburrido. Se movía continuamente y seguía sembrando el pánico con su tarifa de $1000 por foto. El Grincho deambulaba solitario por ahí. Aún mas, yo no sabía si realmente estaba trabajando o hacía parte del escenario junto con el árbol de luces.  Pude comprender  en ese instante, que el hombre estatua dorado, era la verdadera estatua humana. No era un niño de trece años pintado de dorado, una especie de Pinocho de oro, no. Era el verdadero hombre estatua, el hombre dorado, el hombre que llevaba trece años haciendo su arte a conciencia, con mística y sentido de pertenencia. Y lo mejor de todo era que yo, finalmente, había hablado con una estatua viviente.

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